LOS BAÑOS - La frescura de una magia envolvente Tan saludables y placenteros como volver al útero materno donde el líquido envolvente nos amparaba de todos los males. Tan reconfortantes y sensuales como la inmersión en un lago de aguas cristalinas. Tan estimulantes como una larga noche de sueños placenteros. Tan purificantes como la sensación que percibe un espíritu al vagar libremente arropado por la nitidez del cielo. Así son los baños.
La inmersión en el agua de la totalidad o parte del cuerpo se ha utilizado en medicina desde al antigüedad con fines terapéuticos para curar diversas enfermedades. Estos tratamientos se llaman hidroterapia y fueron ya empleados por los médicos de la antigua Grecia. Con este método terapéutico se consigue relajar contracturas, curar distensiones musculares y dolores de espalda, entre otras muchas dolencias. Para muchos pueblos de la antigüedad la acción de bañarse ha tenido un sentido de purificación y regeneración. También en la Grecia antigua se consideraba un primer paso para iniciarse en los misterios porque de esta manera se purificaba el cuerpo y el alma. Durante la Edad Media aquel que quería armarse caballero tenía antes que tomar un baño para dejar en el agua las impurezas. Algunos opinan que el agua es también un medio excelente para disolver en ella sustancias que resultan beneficiosas para la salud física y psíquica.
En magia esotérica también se utiliza este sistema cuando queremos crear una atmósfera especial que nos ayuda a alcanzar un estado de concentración necesario para dirigir la energía hacia el fin que nos hemos propuesto. Constituyen pues un ritual que utiliza el agua como medio y las esencias, los aceites y los polvos como elementos mágicos para la concentración, la relajación y la conquista de nuestros propósitos. Es un método sencillo y muy relajante que consiste en añadir al agua del baño unas gotas de esencias, aceites o un pellizco de polvos o la infusión realizada con estos.
Según nos cuenta la Historia, los baños y la limpieza con agua son prácticas utilizadas por numerosas culturas desde hace miles de años tanto con fines terapéuticos, higiénicos o en rituales religiosos destinados fundamentalmente a la purificación. El bautismo cristiano, las abluciones musulmanas y el mikvah de los hebreos ortodoxos proceden de la inmersión ritual. En la Grecia antigua esta costumbre se generalizó a partir del siglo V a.C., sin embargo fueron los romanos quienes a partir del siglo III a.C. desarrollaron una auténtica arquitectura de baños públicos calientes denominados termas. Eran enormes edificios, que además de las salas destinadas a baños calientes, fríos y de vapor, incluían jardines, salas para masajes y unciones con aceites, salas de reunión, corredores para pasear y salas de secado, vestíbulos, vestuarios, gimnasio, biblioteca. Tal es el modelo de una de las más famosas termas romanas, las de Caracalla. Tanto en Grecia como en Roma proliferaban por toda la ciudad instalaciones dedicadas al baño donde se practicaban complicados rituales destinados a los cuidados del cuerpo que incluían baños a diferentes temperaturas y masajes con aceites especiales. Eran, además, lugares de recreo y una forma de relacionarse social y políticamente. En muchas ocasiones las ceremonias importantes de la vida estaban precedidas por un baño. Los descubrimientos arqueológicos nos han mostrado recintos muy antiguos dedicados al baño en la ciudad india de Monhenjo-Daro (2000 a.C.), en el palacio de Cnosos en la isla griega de Creta (entre el 1700 y 1400 a.C.), en la ciudad egipcia de Tell el-Amarna (1350 a.C.). Durante la Edad Media la costumbre del baño se mantuvo a pesar de la oposición de la iglesia cristiana quien difundió la leyenda de que las termas romanas eran un lugar de perversión además de tratar de imponer su criterio de que la limpieza espiritual era más importante que la limpieza corporal. En Escandinavia desde tiempos remotos proliferó un tipo de baño muy especial: los baños de vapor o saunas. Consistían en pequeñas habitaciones de madera donde se colocaban piedras porosas muy calientes en las que se derramaba agua con el fin de provocar su evaporación. La invasión musulmana del sur de Europa contribuyó a que se fomentase la cultura del baño. En España quedaron restos como el Baño Real del palacio de la Alambra de Granada y los baños del palacio de Medinat al-Zahara construido por el califa andalusí Abd al-Rahman en las cercanías de Córdoba. Turquía goza también de una larga tradición con respecto a los baños de vapor de origen romano. En este país se conocen como "baños turcos" y es una actividad social que puede durar un día entero. Japón es otro de los países que conserva la costumbre milenaria del baño y lo practican como una actividad familiar y de relación con otras familias. Durante la reforma y la contrarreforma (siglos XVI y XVII) la iglesia y los médicos desaprobaron esta costumbre del aseo y el uso del baño se redujo considerablemente en el mundo occidental cristiano. No fue hasta los siglos XVIII y XIX cuando volvió a generalizarse la costumbre de "tomar las aguas" en establecimientos de aguas medicinales, balnearios, que se administraban por vía oral o en forma de baño. Llegaron a convertirse en grandes complejos turísticos donde, sobre todo, las clases acomodadas eran clientes asiduos que de esa manera curaban sus dolencias. Durante el siglo XIX empezaron a construirse baños públicos en las ciudades ante la necesidad de combatir las enfermedades contagiosas que proliferaban en los barrios más miserables. Las clases acomodadas enseguida empezaron a incorporar una habitación para el baño en sus casas mientras que el resto de la población tenía que conformarse con los baños públicos municipales. Ya sea por motivos higiénicos, terapéuticos o religiosos, la costumbre del baño ha sido y sigue siendo una práctica que nos acompaña a diario y en ocasiones se convierte en un ritual que por diversas razones hace que nos sintamos mejor.
Hoy casi todos disfrutamos de una habitación para el baño en nuestras casas, y es ahí, en ese lugar que podemos convertir en santuario de la magia, donde podemos realizar nuestras prácticas esotéricas destinadas a conseguir esos fines que contribuyen a nuestro bienestar físico y mental. Basta con elegir los elementos apropiados, esencias, aceites, polvos, y dejarnos influenciar por ellos para llegar a alcanzar el estado de concentración que nos permita lanzar nuestra energía hacia el objeto deseado.
Son muchos los motivos que pueden impulsarnos a sumergirnos en el agua de la bañera previamente preparada con esencias, aceites o polvos. Podemos tomar un baño de protección con el que vamos a conseguir prevenirnos de toda agresión externa. Podemos elegir un baño para evitar el mal de ojo y las envidias y conseguiremos un escudo que repele las energías negativas que nos quieran enviar. Si lo necesitamos tomaremos un baño afrodisíaco para disfrutar plenamente de nuestra relación sexual. Si es el trabajo lo que nos preocupa las esencias, aceites o polvos que se han incorporado al agua nos ayudarán a cambiar de trabajo si es lo que deseamos o a conseguir uno si nos encontramos en el paro. Para todos nuestros deseos existe un agua tratada que nos ayuda a concentrarnos para que se cumplan. |
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